Ensayo
(El Castillo de San Juan de Tortosa, los recuerdos de un antiguo caballero templario)
Copyright©2019 Michael Riche-villmont
El 870 aniversario desde las batallas del otoño de 1148, que condujo a la conquista de la fortaleza de Tortosa, provincia Tarragona, al 30 de diciembre de 1148, por la coalición cristiana de los caballeros y de los soldados participantes a la segunda cruzada, nos ha dado una nueva oportunidad de regresar a la maravillosa ciudad. Tanto más nos encontrábamos con algunos de los historiadores más experimentados de la época medieval y del fenómeno templario de la época, que iban a asistir también a la presentación de la novela ”Los Fantasmas de Tarragona”, que tenía como tema precisamente los eventos de Tortosa de esos años y las batallas para conquistar la fortaleza.
Pasamos unos días hermosos, con reuniones más que interesantes, con gente importante, en un ambiente amigable acentuado por la amabilidad de los lugareños y la belleza de los lugares. Se han tenido debates interesantes, incluso en una de las salas del Castillo de San Juan y sobre las órdenes caballerescas femeninas, sobre los templarios de la Península y las rutas templarías históricas de la zona, como parte del mantenimiento y desarrollo de las tradiciones españolas en el contexto centrífugo europeo.
Y, por supuesto, hemos hablado sobre la instalación de los caballeros de la Orden del Temple en la fortaleza de San Juan, después de la conquista de la ciudad por los cruzados. Un tema interesante, incitante, sobre la fundación de la comandancia y el fortalecimiento del poder de defensa de la zona por medio del recibimiento de nuevos miembros.
Varias preguntas nos llamaron la atención y hemos intentado contestar ahora, a siglos de distancia de esos acontecimientos: quién ha sido el primer comandante y qué se puede saber sobre su personalidad, sobre su espíritu templario que lo animó a él y a los demás caballeros; cómo se realizaba el recibimiento de los caballeros en la Orden; la doctrina y la espiritualidad de esos nobles que renunciaban voluntariamente a la vida secular. Las respuestas, tal como nosotros las hemos pensado como siendo más cercanas a la realidad, las hemos sintetizado en este ensayo, en el cual las fuentes históricas se completan y armonizan con la ficción histórica, en los recuerdos de un antiguo caballero templario dedicado a su misión en el contexto de la época y del lugar.
Los recuerdos de un antiguo caballero templario del Castillo de San Juan de Tortosa
El sexto día del mes de octubre del año 1153, por la mañana. En la fortaleza de San Juan de Tortosa se sentía la agitación habitual de un día de trabajo, al menos en la parte del fuerte donde estaban rodeados los soldados pertenecientes a la Orden del Temple. El noble comandante Juárez Díaz de Carrena ha salido con pasos enérgicos por la puerta del gran salón de los caballeros, ubicado en la planta baja del castillo templario y se ha dirigido caminando por el amplio pasillo hacia la sala capitular, ubicada en el lado oeste del castillo. Se ha detenido en una de las ventanas y ha mirado hacia el gran patio donde varios soldados de la comandancia se entrenaban en el manejo de las armas. Eran sargentos que se entrenaban en la fortaleza, solos, mientras los caballeros estaban ocupados con otros deberes. Y los turcopolos, la caballería ligera, bajo el mando de los sargentos comandantes, se habían ido al campo de instrucción, fuera de la fortaleza.
El caballero comandante ha levantado la mirada hacia los altos muros de defensa, con las almenas protegidas por los turcopolos del servicio diurno y sus pensamientos volaron por cuantas veces hacia los días de verano y otoño del año 1148, cuando asediaban estos muros defendidos por los soldados moros. El Castillo de la Zuda ha tomado también en ese entonces el tributo de sangre dado por los combatientes, siendo ellos cristianos o moros.
El castillo de la Zuda, (denominado por el conde de Barcelona, después de su conquista, el castillo de San Juan de Tortosa) había sido erigido a la altura del Este del río Ebro, sobre las ruinas de una guarnición romana, por los moros que han gobernado las Tierras del Ebre, después de los años 700. La fortaleza, protegida por altos muros de defensa, se ha transformado en una fortaleza poderosa, después de que Turtusha/Tortosa se ha convertido en la capital de la taifa árabe en el año 1035.
En aquel año 1148, un año difícil para los ejércitos cristianos que se habían ido a la Tierra Santa en la segunda cruzada y derrotados dos veces por los turcos selyúcidas, AS el Conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, SAR García Ramírez de Navarra y SAR Alfonso VII de Aragón, ayudados por los caballeros templarios, hospitalarios y por las tropas cristianas que se habían ido hacia los cruzados de la Tierra Santa, han conquistado a los moros la Tortosa y las tierras del Ebro. Como recompensa por la ayuda recibida de parte de los caballeros templarios, AS el conde Ramón Berenguer ha donado más de la mitad del castillo y grandes áreas de tierra productiva, a la Orden Templaría, la otra parte del castillo siendo donada al conde de Montcada, senescal del conde.
Hace un mes y medio, en agosto de 1153, él, el noble comandante Juárez Díaz de Carrena, de la comandancia de Montblanc, cerca de Tarragona, ha venido junto con un destacamento de diez caballeros y casi cien sargentos y turcopolos, seguidos por veinte hermanos laicos, para tomar el castillo para la posesión de la Orden. Al mismo tiempo ha registrado mediante carta con sello, la fundación de la casa del templo y de la primera comandancia de San Juan de Tortosa.
El grupo de combate para la defensa del Castillo de San Juan ha sido organizado con casi un año antes de tomar en posesión al castillo y gradualmente ha reemplazado la antigua guarnición del conde de Barcelona. Y él, el comandante de la casa templaría, había llegado a conocer bien toda la fortaleza con casi todos sus secretos, con su historia y leyendas. Sabía que la fortaleza escondía aún bastantes secretos y al tratar de averiguarlo, ha llamado como guías al caballero hidalgo Doña Melissa Isabela[1] de Gadara y Salou y a su padre, Don Eduardo de Vetéro, quienes habían luchado en 1148 para la conquista de las tierras de Tortosa y del castillo y conocían bien la fortaleza. Doña Melissa Isabela, ha sido raptada hace muchos años por los moros y ha crecido en el harén del gobernador musulmán de la provincia, de tal manera que ha llegado conocer casi todos los lugares secretos, los túneles y las habitaciones secretas, las salidas más escondidas por debajo de los poderosos muros de defensa.
Todo lo que ha hecho e iba a hacer el noble comandante Juárez Díaz de Carrena en la fortaleza y en las tierras de Tortosa había sido bien estudiado y planificado para el fortalecimiento de la guarnición templaría y la defensa de todas Las Tierras del Ebro contra los ataques de los moros. Su plan ha sido aprobado por el gran comandante noble Pedro de Rueyra, Maestre de Aragón, Cataluña y Provenza (del año 1149), un caballero templario perfecto, con quien Don Juárez Díaz de Carrena ha luchado durante dos años en la Tierra Santa.
El comandante Juárez Díaz de Carrena ha decidido actuar en dos planes, uno siendo el de los trabajos de construcción para el reforzamiento de la fortaleza, y el otro se refería al factor humano, respectivamente el recibimiento en la comandancia de nuevos combatientes y la intensificación de la instrucción militar de todos los miembros combatientes de la casa del templo Tortosa.
El gran comandante Pedro de Rueyra, le ha enviado ya cuatro caballeros, uno de ellos siendo arquitecto y los otros tres maestros constructores de fuertes e iglesias. Los tres caballeros constructores han contratado de los pueblos cercanos casi cincuenta jóvenes obreros, quiénes aprenderán las reglas elementales de la construcción, y la mano de obra no calificada ha sido contratada justamente de la ciudad.
Acerca del aumento del número de combatientes de la nueva comandancia de San Juan de Tortosa, la situación era más difícil. Apenas ha logrado traer de las comandancias de Montblanc, de Tarragona y de Miravet casi cien combatientes para la constitución de la comandancia de San Juan de Tortosa, como destacamento permanente de defensa de la fortaleza. Para la defensa de la ciudad y del sur Las Tierras del Ebro, necesitaba por lo menos quinientos combatientes (caballeros, sargentos y turcopolos con sueldo).
Don Juárez Díaz de Carrena continuaba mirando, con pensamientos ansiosos, a los sargentos que se entrenaban en el patio, practicando la manipulación de la espada, de la hacha de combate o de la lanza. Sí, necesitaba un fuerte destacamento de combatientes muy bien entrenados, quienes sean recibidos en la comandancia de San Juan. De su experiencia de combate en la Tierra Santa y según las reglas de la Orden, había planeado seleccionar y recibir en la comandancia unos treinta caballeros, cien sargentos y contratar con sueldo a casi cuatrocientos turcopolos. Y esto lo más rápido posible. Pero, por supuesto, respetando sus reglas caballerescas.
Las reglas de la noble Orden del Temple de Jerusalén eran claras: los miembros con derechos y obligaciones específicas, eran los nobles caballeros, capellanes y sargentos, y como soldados contratados con sueldo, eran los turcopolos. La comandancia también contrataba para obras y administración, obreros constructores, trabajadores agrícolas, quienes se convertían en hermanos laicos, sometidos a algunas de las reglas monásticas.
Don Juárez Díaz ha mandado su gente a todas partes del reino de Aragón para seleccionar y traer combatientes, sobre todo hombres libres que podrían ser recibidos en la comandancia como sargentos, pero también para su contratación como turcopolos, y esto le ha dado esperanza que hasta el fin del año tendrá por lo menos la mitad de la fuerza militar necesaria para la defensa de la ciudad y de la fortaleza. Los caballeros enviados para seleccionar a los combatientes, futuros miembros de la comandancia (caballeros y sargentos) han sido instruidos por el comandante sobre las cualidades y las condiciones físicas, morales y espirituales que todos los candidatos deben cumplir. Estos debían tener pleno discernimiento, mayores de 18 años, que sean perfectamente sanos físicamente y mentalmente, que sean hombres libres y que no sean contratados o con promesa de empleo al servicio de algún noble. Los candidatos también tenían que ser cristianos, en una de las parroquias católicas, conocidos con una buena moral cristiana, no haber sido excomulgados y que no formen parte de alguna otra Orden militar cristiana.
Para el recibimiento en la Orden a los candidatos de la categoría de caballeros, una de las condiciones era que estos provengan de la nobleza, ellos o sus padres, ennoblecidos según las reglas y las costumbres de la nobleza.
En ese día de octubre, el comandante de San Juan de Tortosa iba a dirigir la reunión capitular en la cual se desarrollará el ritual de recibimiento en la Orden mediante confirmación del rango de caballero templario y armar a tres candidatos de origen noble. Y con este pensamiento, se ha dirigido hacia la sala capitular.
En la sala redonda, según el modelo de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, los caballeros de la comandancia esperaban a su comandante, sentados en las sillas de madera, colocadas a lo largo de la pared. Todo estaba listo (el altar, la pared, las velas) para el comienzo de la ceremonia de conocer a los tres candidatos y del recibimiento en la Orden. Era la primera ceremonia ritual, la ceremonia caballeresca y religiosa en el marco del cual los tres candidatos, todos de origen noble, si cumplían las condiciones requeridas por la Norma Templaría Latina, se convertían en caballeros. Caballeros del Temple. Los candidatos que fueran aceptados como miembros de la comandancia, iban a recibir posteriormente, la iniciación esotérica a través de un ritual específico (tomado principalmente del ocultismo gnóstico y de las ciencias misteriosas de los eruditos árabes de las logias gnósticas de Damasco y Alejandría, según el comandante lo conocía muy bien).
Los caballeros de la comandancia estaban vestidos con sus ropas ordinarias, cómodas, de cáñamo, sobre las cuales llevaban puesta una capa blanca con cruz roja.
El ritual caballeresco ha comenzado con la presentación, por Don Juárez Díaz de Carrena, de los candidatos al recibimiento en la Orden. Dos de ellos, Juan Gómez de Montcada y Ramón Díaz de Palamares, eran de origen noble, confirmados en el rango de caballeros por sus antiguos amos, a quienes han servido como pajes y escuderos, conforme al derecho nobiliario y a las costumbres reales. El tercer candidato, Carlos Javier de Vetéro[2], primo de Doña Melissa Isabela[3] de Gadara y Salou no había sido todavía nombrado caballero, aunque era de origen noble. Por ello, él tuvo que ser sometido a un ritual de ennoblecimiento, armamento y confirmación en el rango de caballero del templo.
La ceremonia del ritual de recibimiento militar-caballeresco se desarrollaba en la misa religiosa, después del ritual cisterciense de la Orden monástica del abad Bernardo de Claraval, conde de Champagne. La misa religiosa ha sido realizada por el capellán de la comandancia, quien, después del primer canto, ha invocado al abad Bernardo de Claraval, llamado al Reino del Señor algunos meses antes, el 20 de agosto de 1153 A.D. Ha orado en el nombre de todos los templarios, para el espíritu del iluminado abad, agradeciéndole por todo lo que ha hecho en el apoyo de la Orden de los monjes militares, la Orden del Temple.(Porque el abad Bernardo el cisterciense ha escrito el estatuto de la Orden, y las 72 reglas de vida, educación y conducta de los monjes militares, denominado Carta Latina, en el 1127, en base a las cuales ha presentado al Papa la solicitud de reconocimiento de Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici/ la Orden del Temple, en 1129, en Troyes).
Luego, bajo el liderazgo de Don Juárez Díaz de Carrena, la ceremonia ritual ha comenzado con la audición de los candidatos. Antes de su audición, el comandante ha informado a los caballeros que formaban la reunión capitular con respeto a las reuniones previas con los tres candidatos, la realización de las verificaciones necesarias, el hecho de que estos cumplen las condiciones requeridas para ser miembros de la Orden del Temple y que han sido advertidos sobre la toma de los juramentos, de las privaciones, de las penurias de la vida de templario.
Los candidatos han entrado por separado a la sala capitular, se han arrodillado y han renovado todas sus peticiones de ser caballeros del temple, mostrando también las razones que los hacen renunciar a la vida secular. Ellos han estado de acuerdo con la toma de juramento de obediencia, pobreza y castidad y soportar los fuertes castigos que reciben si rompen los juramentos.
Para que los tres candidatos profundicen su deseo de renunciar a la vida secular, se les ha otorgado un tiempo de pensar, fuera del capítulo. Luego, cuando los candidatos han anunciado que están listos para renunciar a su vida que tenían hasta entonces para dedicarse a la vida militar monástica, han sido llamados nuevamente a la sala capitular donde han renovado sus peticiones para convertirse en caballeros del Temple, caballeros y monjes, dedicados a defender la fe cristiana.
Mientras que Don Juárez Díaz de Carrena escuchaba sus palabras dichas del corazón, ha sentido como la emoción lo envolvía, acordándose de los sentimientos abrumadores que ha tenido él también, hace años, cuando estaba en la sala capitular, en frente de los caballeros del Temple, arrodillado, deseando con todo su ser que sea aceptado entre los caballeros de la capa blanca con cruz roja como sirviente y defensor de la santa fe. En cada recibimiento de nuevos caballeros, él también tenía las mismas emociones que los candidatos, como si él mismo hubiera sido recibido nuevamente con ellos. Y era verdad, con cada nuevo caballero confirmado y armado, sentía como una parte de él, veterano de las guerras santas de Jerusalén, era confirmado nuevamente como noble caballero combatiente del Temple, soldado de Cristo. Pero no era el único que tenía esos sentimientos, todos los caballeros del capítulo tenían las mismas emociones, todos se encontraban a sí mismos en esos jóvenes que se dedicaban con la sangre, el corazón y el espíritu a Cristo. Porque no tenían otro propósito en la vida más que defender a la fe, a los creyentes y a la tierra ibérica contra los invasores. Defender la fortaleza Tortosa y Las Tierras del Ebro.
Cada momento del ritual religioso caballeresco tenía un significado especial, emocionante para los participantes, un simbolismo que hacía referencia a la fundación de la Orden del Temple, elementos de espiritualidad caballeresca, de mejoramiento y consagración de las armas, lealtad, coraje, obediencia, de sacrificio personal, de recepción de la luz divina a través de cantos divinos, etcétera.
Después de la toma de los juramentos de pobreza, obediencia y castidad en calidad de caballeros seculares, el ritual se ha terminado con la última oración del capellán y el canto de arrepentimiento, y antes de salir del capítulo, Don Juárez Díaz de Carrena ha anunciado la fecha cuando tendrá lugar el ritual de iniciación esotérica de los tres nuevos caballeros.
Respetando la costumbre establecida por el abad Bernardo, los nuevos caballeros del Temple eran recibidos con vitoreas en la sala de los caballeros, donde se tomaba el almuerzo en común, ágape, como le decían los monjes. Los platos no diferían de los normales, de los de cada día, solamente que se recibía una copa de vino extra y se gritaba varias veces el nuevo nombre que cada caballero templario había elegido tenerlo en la Orden (como regla, en la Orden del Temple, los caballeros llevaban nombres distintos a los anteriores de la familia, salvo a los que provenían de las grandes familias nobiliarias, a veces relacionados con las familias reales).
En la sala de los caballeros donde se tomaba el almuerzo festivo (ágape, era una continuación de la ceremonia ritual de ennoblecimiento y recibimiento en la Orden), las mesas largas, sencillas, toscas, de madera de pino tallado, estaban dispuestas bajo la forma de un cuadrado, símbolo esotérico significando la tierra, el lado material, que les recordaba a los caballeros que el cuerpo humano, material, efímero, necesita poca comida para vivir. Y la oración del capellán al comienzo de la comida les ha recordado que el espíritu inmortal es la esencia del hombre y parte del espíritu divino.
Don Juárez Díaz de Carrena estaba sentado en la mesa del lado este de la sala, junto al capellán, el mariscal de la comandancia, senescal, tesorero y otros dos dignatarios, mirando con satisfacción a los veintidós caballeros. Estaba contento que por el momento, tenía suficientes caballeros para los sargentos y los turcopolos de la comandancia. Pero tenía que seleccionar muchos otros candidatos en el futuro, una vez con el entrenamiento militar, moral y espiritual de los de la comandancia. Sabía que la preparación espiritual, esotérica como la llamaban muchos conocedores, era muy importante. Porque el hombre es espíritu, espíritu encarnado en el cuerpo, venido a la tierra con una misión determinada. El espíritu tiene que dominar el cuerpo material de tal manera que el hombre lleve una vida espiritual.
Bebiendo lentamente de la copa de vino, el comandante ha continuado viendo pensativamente a los caballeros que comían tranquilos, relajados, algunos hablando alegremente con una voz baja. A primera vista, todos eran combatientes, buenos cristianos, con el espíritu limpio. Pero Don Juárez Díaz sabía cuán diferentes eran en espíritu y cultura personal, a través de la educación, pero sobre todo los nuevos iniciados, en comparación con los antiguos caballeros.
Una vez recibidos en la Orden mediante la ceremonia religiosa caballeresca, conocida mejor como un ritual de iniciación caballeresca, todos los nuevos caballeros del Temple, tenían que pasar también por otro ritual, igual de importante para sus vidas de combatientes cristianos, ritual que les abría el camino hacia el futuro desarrollo espiritual. Era el ritual de iniciación esotérica.
El ritual esotérico, secreto, ha sido creado por el caballero Hugues de Payens, según el modelo de las ceremonias iniciáticas gnósticas. La filosofía gnóstica griega antigua fue la base de la creencia religiosa- filosófica de la iglesia gnóstica oriental (con las dos versiones – la versión bizantina y la versión árabe), una creencia religiosa que los cruzados cristianos han comenzado conocerla después de la conquista de Jerusalén, en 1099. El gnosticismo[4] argumenta que la esencia humana es de origen espiritual, el hombre no siendo más que un espíritu divino encerrado en un vehículo efímero, el cuerpo material, cuerpo imperfecto que pertenece al mundo material imperfecto. Esta desunión habría sido hecha por un Demiurgo, un Dios imperfecto. Junto al Demiurgo, quien está más cercano al mundo material, hay, dicen los gnósticos, un Dios bueno, lejano, que no puede ser conocido por el hombre, de dónde proviene el espíritu humano. El espíritu perfectible se puede liberar del cuerpo material imperfecto a través del gnosticismo, es decir mediante propio conocimiento esotérico del mundo espiritual divino, que podría llevar al conocimiento del Dios bueno. El conocimiento se obtiene usando las vías y las modalidades sutiles, escondidas, misteriosas del espíritu cerrado, vías que se abren por medio de iniciación y evolución espiritual con diversos niveles de profundidad, llamadas etapas de la devolución del espíritu. Estos niveles son expresados mediante los grados de evolución del espíritu, confirmados por iniciaciones sucesivas. Los evolucionados, llegados en el séptimo grado, pueden conocer el mundo divino y la esencia del Dios bueno. De este modo, ellos obtienen la liberación del espíritu, quien viaja en el mundo divino y conoce las verdades universales, lo que les otorga también poderes espirituales sin límites.
El Gran Maestre Hugues de Payens ha conocido muy bien el esoterismo gnóstico[5], siendo él mismo iniciado y elevado hasta el quinto grado por los grandes eruditos gnósticos, ha continuado su pensamiento Don Juárez Díaz. Muchas cosas ha aprendido Don Juárez Díaz sobre el Maestre Hugues de Payens y el esoterismo templario, inspirado por los misterios gnósticos, por medio del caballero vizconde André de Montbard, amigo del Maestre Hugues y cofundador de la Orden junto a éste. Durante los años 1145 y 1146, Don Juárez Díaz luchaba en la Tierra Santa al lado de André de Montbard (el tío del abad Bernardo de Claraval) y del senescal del Temple, Robert IV le Bourguignon, lord barón de Craon, quien ha tomado su nombre de templario Robert de Craon. Descubierto por estos debido a su vasta cultura, el espíritu organizacional y coraje, Don Juárez ha tenido el honor de participar en rituales esotéricos junto a ellos y ser elevado a un rango superior.
Su experiencia y conocimientos sobre el gnosticismo y los secretos de los iniciados, su profunda fe cristiana, han ayudado al caballero Hugues de Payens a armonizarlos y poner las bases de la espiritualidad y del esoterismo templario, que más tarde se ha convertido en un fenómeno espiritual conocido bajo el nombre de templarismo. Su encuentro con el abad cisterciense Bernardo de Claraval, quien criticaba abiertamente la gran diferencia entre los hechos y las palabras de la iglesia, el alejamiento de la iglesia cristiana de las verdaderas percepciones agustinianas, le han fortalecido sus convicciones con respecto a la dualidad del espíritu humano y el cuerpo material, el bien y el mal, la virtud y el vicio, la luz y la obscuridad, etcétera.
El esoterismo templario dice que el hombre puede evolucionar hacia la esfera divina, hacia la luz y la armonía, hacia la verdad y la felicidad, acercándose a Dios, solamente mediante espíritu-su templo interior, bien conectado con el espíritu divino. Por el contrario, el lado material del hombre lo atrae hacia la superficialidad, el orgullo, la riqueza, los vicios y la pérdida de uno mismo, alejándolo de la meta y de la misión con los que el espíritu se ha encarnado en el cuerpo material, convirtiéndose así en el ser humano en la tierra.
Para que el espíritu humano ascienda al espíritu divino, tiene que descifrar el legado escondido que los une atravesando el mundo abstracto, y esto se hace solamente por la fe en Dios, una fe profunda que conduce al conocimiento, al conocimiento de la esencia humana, del universo divino, de las verdades que abren el camino de la ascensión. La evolución espiritual se hace en etapas, de lo simple a lo compuesto, del inferior al superior. No creer y la ignorancia, decía Hugues, son los más grandes obstáculos en el camino de la evolución del espíritu. Por lo tanto, la verdadera fe, la creencia del hombre en sí mismo y en su capacidad de conocimiento, en la posibilidad de la evolución del espíritu humano, en Dios, en su ayuda, su bondad y su poder, es el camino hacia la luz divina, donde el espíritu tenía que llegar después de terminar su misión en la tierra, convirtiéndose en inmortal. Es el propósito de cada creyente templario y no solo de cada miembro de las órdenes caballerescas de la época. A través del conocimiento y educación, mediante fe, el espíritu domina el cuerpo material, se vuelve poderoso, temerario. Temerarios, sin miedo, de perder su vida en el campo de combate, los templarios se han convertido en los combatientes más temidos de la época, hombres con enormes conocimientos y poderes.
Y para ayudar a los caballeros templarios a evolucionar espiritualmente, a convertirse en poderosos espíritus guerreros, Hugues de Payens ha creado el ritual esotérico/espiritual secreto, tan secreto que solamente aquellos invocados lo han descubierto, cada uno en el grado apropiado a su etapa de evolución espiritual. Y él, el iniciado Don Juárez Díaz, se ha convertido en uno de esos espíritus elevados, poderosos, para quien ha llegado el tiempo de aplicar en el campo de combate ibérico todo lo que sabía. Y con toda la fuerza y el poder que había adquirido del espíritu divino.
Durante la segunda cruzada cristiana (1147-1148), Don Juárez Díaz, Maestre iniciado en el esoterismo templario, ha tomado la decisión de regresar al reino de Aragón y luchar junto a los demás templarios ibéricos contra los moros del emirato Almorávide. Así ha llegado luchar junto a los templarios de la comandancia de Montblanc para la conquista de la ciudad y del castillo de la Zuda. Entonces ha conocido a la más valiente señora caballero hidalgo, Melissa Isabela de Gadara y Salou[6] quien, conociendo los túneles secretos del castillo, ha llevado a los combatientes cristianos al interior de los muros. Y junto con Doña Melissa Isabela, los templarios de Don Juárez Díaz han defendido el castillo de la contraofensiva de los moros.
Los recuerdos de su vida y los combates en la Tierra Santa, sobre esos caballeros templarios de leyenda han hecho que Don Juárez Díaz de Carrena se diera cuenta nuevamente de las dificultades que debían superar para realizar sus planes de desarrollo y refuerzo de la comandancia de San Juan de Tortosa, preparar a su gente para la difícil vida de templario, para la lucha y sacrificio. Sin embargo lo fortalecía su firme fe que logrará en sus acciones y el hecho de que formaba parte de una fuerte estructura organizativa, la Orden de los caballeros del Templo de Salomón, materializada aquí, en su cercanía, en la provincia de Tarragona-Las Tierras del Ebro, a través de las comandancias del Castillo de Tarragona, Castillo Montblanc de Barberá de la Conca, Castillo de Miravet, Castillo de la Santa Creu, Castillo monasterio de San Miguel de Escornalbou, Castillo de Catllar, Castillo de Vilafortuny (Guillem de Fortuny), Castillo de Móra, Castillo de Milmanda. Había una verdadera red de fortificaciones con comandancias que se ayudaban mutuamente, y esta ayuda hacia que cada una de ellas sea más fuerte, aunque el verdadero poder radicaba en el valor de sus combatientes.
Y los combatientes de su comandancia, San Juan de Tortosa, eran buenos y bien entrenados, pensó Don Juárez Díaz, mirando a los caballeros de su alrededor. Aunque pocos en número, eran una fuerza importante en Las Tierras del Ebro. Ellos continúan las tradiciones, los rituales, la fe templaría ibérica. Y a lo mejor, dentro de siglos, los habitantes de estos lugares, visitando las fortificaciones, recordarán a los jóvenes templarios que han renunciado a sus vidas normales para defender con el precio de sus vidas a la gente y a estas bonitas tierras, a la fe, a la cultura y a sus valores tradicionales. Y la fortaleza Tortosa, la Tortosa de los templarios quedará siempre con las puertas abiertas para todos, como símbolo de la dignidad, de la fuerza y de la unidad del espíritu ibérico.
Autor Michael Riche-Villmont
Tortosa,2019
Copyright©2019
[1] La historia de Melissa Isabela de Salou ha sido descrita en la novela” Los Fantasmas de Tarragona”.
[2] Véase la novela histórica “Los Fantasmas de Tarragona”, autor Michael de Riche-Villmont, ed.2015, ISBN 978-606-30-0097-3
[3] La historia de Melissa Isabela de Salou ha sido descrita en la novela” Los Fantasmas de Tarragona”.
[4] Karen King, What is Gnosticism?, Harvard University Press, 2005
[5] Véase ”El misterioso templario Hugues de Payens”, autor Michael Riche-Villmont, ed 2015, ISBN-13: 978-1977834720
[6] Véase ” Los Fantasmas de Tarragona”, autor Michael Riche-Villmont, ed 2015, ISBN 978-606-30-0097-3
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