Ensayo: El Sacrificio de un padre

Autor Michael Riche Villmont, Copyright

                                      !Ellos son nuestros padres y abuelos!….Jubilados, nuestros padres y abuelos, tener dignidad , nobleza datos de la sabiduría y la experiencia de la vida. Eran jóvenes como nosotros, y viajado más de nosotros en la carretera de la vida. No se cansa, ya que creemos, ellos, padres y abuelos, vivir una vida más interesante, pero su corazón y sus pensamientos están con nosotros, sus hijos. Y ruega a Dios más por nosotros que para ellos. !Ellos son nuestros padres y abuelos!….

El Sacrificio

El señor Manuel Riejo ha pasado una vez más por las tres habitaciones, por la cocina y por el pasillo, lentamente, con pasos pesados. Sentía también su alma pesada, y la espalda, por lo regular derecha, expresando el orgullo de ser un pilar de la comunidad de Almoradí, incluso un consejero de la legislatura, que ahora estaba inclinado bajo el peso de la tristeza. Con los ojos en lágrimas, se despidió de la casa en la cual ha vivido aproximadamente setenta años. Porque Manuel nació hace más de sesenta y nueve años atrás en esa casa, ubicada en la parte del Este de la ciudad Almoradí. Sus padres han levantado la casa en dos niveles, en la planta baja habiendo espacio para una pequeña tienda de barrio, y al piso algunas habitaciones, donde viva Pedro Riejo junto con su familia: la esposa y un hijo, Manuel. A través de los años, Manuel ha renovado la casa varias veces, de tal manera que nadie podía hacer diferencia entre su casa y una recien construida.  Luego hizo lo mismo que su padre: en la planta baja, ha continuado el comercio en la tienda de barrio, años tras años, y arriba al piso han vivido su esposa y su hijo, Pedro. Hace años atrás, su hijo Pedro, se ha ido a la facultad de construcciones, en Valencia. Después de la ida del hijo a Valencia, la esposa lo ha dejado, Isabel la esposa amada, ha sido llamada por Dios.

Llegado en el pasillo, detrás de él se ha escuchado un ruido como un llanto leve de niño y Manuel se ha volteado,inclinándose sobre Bello, su creyente perro mestizo. Sintiendo la tristeza, el dolor del alma que apoderaba a su amigo humano, Bello ha aguantado el silencio de este cuanto ha podido, luego ha intentado consolarlo. Tal como entendía el la consolación. Con la mirada inteligente, llena de calor,  quería trensmitirle que su amigo humano no está soló, de la misma manera como en todos los momentos de tristeza por los cuales han pasado juntos hasta entonces. Y han pasado por bastantes momentos, mejores y peores.

Después de que la señora Riejo, Isabel, se ha ido con Dios, Manuel se ha quedado con Bello, al lado de quien ha llevado su dolor y ha podido soportar la difícil separación de la mujer amada. Ello porque Pedro, después de la graduación de la facultad, ha quedado en Valencia y atrapado con los negocios y con los amigos del mundo de dinero, se ha alejado cada vez más de su padre. Se ha alejado, luego se ha distanciado por completo, él también convirtiéndose en un hombre rico de negocios.

Rico, pero cínico, egoísta e inmoral, lo que lo ha llevado al divorcio, perdiendo a su esposa e hijo. Y Manuel ha tenido que soportar una salida más, una separación dolorosa, después de la de la esposa, quien había sido el aglutinante que unía la familia. Ha perdido también a su hijo, quien ha evitado en los últimos años cualquier relación con su padre. Manuel lo ha buscado por teléfono varias veces, pero sin éxito, siendo obligado renunciar, por miedo a la humillación que hubiera tenido si su hijo le hubiera colgado el teléfono de una manera ostentativa de rechazo.         Con estos pensamientos le ha acariciado la cabeza a su pequeño hijo Bello, quien tenía los ojos llenos de lágrimas, igual que su amigo humano. „Querido mío ¿lloras de alegría porque te estoy acariciando o por mi dolor? Los ojos llorosos, llenos de amor y lealtad con cuales lo estaba viendo el perro,tenían algo humano en ellos, tenían la compasión desinteresada que le mostraba que está listo de cualquier sacrificio por su amigo, el hombre Manuel. Al igual que Manuel. Y este estaba preparado por el sacrificio e incluso lo hizo. Pero por su hijo, Pedro.   Hace unos meses atrás, se ha enterado que su hijo, implicado en negocios como promotor inmobiliario, ha tenido problemas financieros y debido a la crisis económica, su empresa de construcciones ha entrado en quiebra. Ha seguido el proceso de liquidación de la empresa pero también de los bienes que ha tenido Pedro, y el cumplimiento de las formalidades financieras y fiscales, hace una semana atrás, ha puesto en aplicación con el corazón lleno de dolor la decisión que cambiaba su vida en totalidad.

Después de que se ha aconsejado ampliamente con un notario, el hijo de un buen amigo suyo, Manuel Riejo ha decidido vender todo el inmueble, el apartamento y el espacio comercial.

El propósito del dinero que ha obtenido de la venta del edificio era darle a Pedro una oportunidad de reanudar sus negocios, para recuperar su estilo de vida con el que este se ha acostumbrado en los últimos años. El notario lo ha aconsejado a donar el dinero a Pedro, con la condición de utilizarlo estrictamente para la reanudación de los negocios, pero Manuel se ha negado.   Era el dinero obtenido por el sacrificio de su presente y futuro, futuro a cual ya ni siquiera pensaba. Se ha dejado en el cuidado de Dios para el resto de los días que le quedaban de vida y quería que su hijo utilice el dinero, una cantidad agradable, tal como él hubiera querido. Esto fue también el deseo de Manuel, que su hijo vea que tan fácil puedes caer en pobreza y necesidades desde el tope de la pirámide social, conociendo el camino de la desesperación y a lo mejor de la humillación.     Y encontrándose en este camino de la desesperación, a lo mejor Pedro aprenderá que cualquier persona necesita al menos una sola vez en la vida de una segunda oportunidad. Y él, Manuel, sacrificaba todo para que su hijo ingrato y egoísta tenga todavía una segunda oportunidad en la vida. Estaba seguro que el notario, mandando el dinero a Pedro, guardará el secreto de su sacrificio. Y también hizo otra cosa. Hizo una cuenta con una cantidad de dinero que estará a la disposición de la persona que llevará en cuidado a Bello,   en el caso en que a él le pasara algo. Y Bello tenía el derecho a una segunda oportunidad, aunque Manuel estaba convencido que Bello no viviría más tiempo que él, el amigo del hombre.

Mirando a su casa, Manuel ha sentido el dolor de la separación de su pasado y el de la familia, de lo que ha sido lo más hermoso en su vida vivida al lado de su esposa y de los días cuando Pedro era aquel niño maravilloso que amaba y respetaba a sus padres.  Era el dolor de la separación de su juventud y de su madurez y de la esposa, y la entrada en una nueva etapa de la vida a cuyo futuro no lo veía, quedaba desconocido y probablemente muy corto. Sabía que su lugar estaba al lado de su amada esposa, donde llegará en un final, pero no podía dejar a su hijo que conozca la gana desesperación. Vivirá de la pensión, y los días los va a pasar en la tienda que la ha alquilado del nuevo propietario. Así quedará en medio de las personas que conocía de toda la vida. Junto con Bello su amigo fiel y leal.  Y el perro, como si leyera sus pensamientos se ha pegado estrechamente a su pie, animándole.

Afectado por los pensamientos y por el dolor, Manuel  Riejo ha salido enfrente de la casa, seguido por Bello, él también triste. Ha cerrado lentamente con cuidado la puerta de la entrada y se han ido,       hombre y perro, en lo largo de la calle desierta, llevando en el pensamiento y en el corazón, el peso del dolor y de la tristeza. Se iban hacia el desconocido, pero no sin esperanza. Se tenían uno al otro. Y en algún lugar lejos, en el cielo, los esperaba a los dos, Isabel, la esposa, siempre amorosa.

El apartamento pequeño, modesto, a cual ha alquilado, estaba en la misma calle, porque ya no ha tenido fuerza de irse también de la calle donde había nacido y vivido toda la vida. Una vez llegado en el apartamento, Manuel ha intentado animarse solo diciéndose que todo estará bien y que se acostumbrará con la nueva vivienda. Y con el tiempo, la vivienda se transformará en un hogar para ellos dos, el hombre y el perro. A lo mejor el apoyo de sus amigos  habría sido útil, pero quería guardar solamente para si mismo la prueba por cual estaba pasando. Era su problema, su prueba que la había recibido de parte de Dios y quería pasarla solo. Sus padres, abuelos y bisabuelos,    de igual manera que todos los otros viejos habitantes, vivientes en Almoradí de cientos de años, han pasado por pruebas mucho más difíciles, han resistido al tiempo histórico y he aquí, sus descendientes han quedado tan dignos como los de los tiempos pasados.

Han pasado casi tres meses desde cuando Manuel Riejo se ha mudado en la nueva vivienda. Ha continuado administrar la pequeña tienda, mostrándose frente a todos los conocidos amable, optimista y útil como hasta entonces. Pocos se han dado cuenta de los cambios aparecidos en su vida y después de los primeros días de confusión con respeto a la venta del inmueble, el mundo se ha acostumbrado con ellos, y sus preguntas sin respuesta, se han perdido en el olvido. Poco a poco, él y Bello han comenzado aceptar la nueva situación, acostumbrándose con la tristeza que la ocultaban cuidadosamente frente a los demás.   En una de las noches, cuando Manuel y Bello se han regresado al apartamento alquilado, han encontrado la puerta entreabierta. Manuel se ha detenido enfrente de la puerta sorprendido, pero no asustado. En cambio, Bello ha ladrado brevemente y se ha dado prisa en el apartamento, desde donde se ha escuchado nuevamente un ladrido de alegría.  Manuel se ha congelado. Era el ladrido de Bello entonces cuando la esposa de Manuel, Isabel, lo mimaba. „¡Dios mío, ayúdame! Siento que me vuelvo loco.” Se animó y entró él también en el apartamento, donde la luz estaba prendida. La escena que él vio, lo ha asombrado y ha sentido en el mismo tiempo un relámpago en el corazón. Pedro, su hijo, tenía en los brazos a Bello, cual lo besaba feliz. „¡Pero Bello no conoce a Pedro! ¡Solamente con Isabel se comportaba así!”

– ¡Hola, padre! He querido verte y el propietario ha sido amable en abrirme la puerta. Y el perro ha saltado en mis brazos.

– ¡Pedro, querido mío! ¡Ni sabes que gran alegría me has hecho!

Pedro se ha acercado, teniendo en los brazos a Bello y ha abrazado tal como ha podido a Manuel.

– ¡Padre mío! Por favor, que me perdones por todos los problemas y el dolor que te he causado. Perdóname como al hijo prodigo, regresado en la familia.

– ¡Te perdono, querido mío!

– Y te agradezco del corazón por el sacrificio que has hecho. No merezco esto.  Lloraban los dos, uno de felicidad, y el otro de remordimiento. Y han hablado, han hablado toda la noche, sin comer y sin descansar, intentando recuperar el tiempo perdido con vanidades.

– Padre, he redimido la casa y la tienda. El notario, el buen notario, quien me ha contado todo, me ha ayudado obtener un contrato de construcción y credito bancario.  Esto significa que regreso a casa, aquí, donde tengo a mi familia. Pero hasta lograr comprarme una casa, quiero pedirte, por favor, que nos recibes contigo, a mí, a mi esposa y a nuestro hijo, tu nieto.  Vamos a convertirnos todos en una verdadera familia, tal como has logrado que estén tú y mamá. Aquí, en Almoradí.

Desde un rincón de la habitación, se ha escuchado un ladrido corto, lleno de alegría.

– ¡Somos felices tenerlos a nuestro lado, tal como Bello ya te ha contestado! Pero, a propósito, él no te conoce, no te ha visto nunca. Entonces ¿cómo te ha reconocido? Por qué se ha comportado de la manera que se portaba solamente con tu madre.

– Creo que mamá ha sido y está siempre con nosotros, y Bello sabe esto. Ella le ha dicho quien soy.  Y también ella me ha traído de regreso, en nuestro hogar, afligido por los remordimientos.

Mirando por la ventana la luz del amanecer, Manuel se ha dicho a sí mismo, feliz:„ ¡Dios mío, he olvidado agradecerte! ¡Agradecerte por la gran alegría que me has dado y ayúdame Dios mío para poder llevarla! Vale la pena todo el sacrificio que he hecho y por semejante felicidad daría hasta mi vida. ¡Cómo cualquier otro padre!”

Michael Riche-Villmont

Barcelona, 2016

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