La Orden de Calatrava,  Castilla, España.

En la Península Ibérica, lugar cuyos habitantes tienen  una historia antigua y gloriosa, llena de momentos trágicos, pero también de victorias brillantes en el periodo de la Edad Media ha sido constituida una Orden militar monástica de las más poderosas. Es a lo mejor, la más antigua Orden caballeresca de la península, originada de la Orden Cisterciense.[1] La fundación de la Orden de Calatrava se ha hecho con el apoyo y bajo el patrocinio de la Abadía de Morimond,  igual que muchas otras Órdenes caballerescas de inspiración cisterciense, según la enseñanza de San Bernardo. Al mismo tiempo, la nueva Orden ha tomado también el modelo de la Orden Templaría, Orden que había tenido  hasta entonces en defensa, la fortaleza Calatrava.

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El contexto histórico de la aparición de las Órdenes caballerescas en la península

La expansión de los musulmanes y de los moros en Europa  ha comenzado en el año 711, cuando el califa al-Aziz  ha dirigido su ejército por el estrecho de Gibraltar, entrando en las tierras de la Península Ibérica.[2]  En la península, los moros han sido parados por el ejército de los visigodos, quienes habían conquistado toda la región con cuatro cientos años atrás. Con un ejército pequeño, el rey visigodo Rodrigo  no ha podido hacer frente a la invasión musulmana, siendo vencido en Guadalupe. Trayendo siempre tropas frescas, los musulmanes han avanzado hacia el Norte de la Península, y en los siguientes siete años han llegado a los Pirineos, amenazando  también el reino de Francia. Hasta los 1030, se han constituido en el Norte de la Península, los reinos Asturias-León, Castilla, Navarra,  Aragón y el Comité Cataluña.

Después  de la conquista por los musulmanes del centro y del Sur de la península, la población local ha intentado varias veces, rebelarse contra los invasores, de manera aislada y sin mucho esfuerzo. Uno de los combates más conocidos por el heroísmo de la población ha sido el de la Covadonga, liderado por el rey  de Asturias, Pelayo, en el año 722.  La mayoría de los históricos consideran que la Reconquista, la reconquista de los territorios ibéricos por los moros, ha comenzado a los principios del año 722,  y el iniciador de esta  prolongada acción militar ha sido Don Pelayo.[3]

Después del año 1050,  tanto la población cristiana como también los hebreos de las regiones centrales ocupadas por los moros, a los cuales se han aliado también los habitantes de los reinos cristianos  del  Norte de la península, han intensificado la lucha contra los conquistadores. Después de los años  1130 ellos han logrado reconquistar los territorios del Norte hasta el Centro de la península. Un  papel importante lo han tenido los nobles lugareños, quienes unificaban los esfuerzos de la población del sostenimiento de las luchas contra los invasores. Con luchas victoriosas y derrotas temporales, la Reconquista ha continuado hasta el año 1492.

En los territorios conquistados por los moros coexistían, a excepción de pequeños periodos, las religiones musulmana, hebrea y la católica, y en los territorios liberados por los ibéricos, las corrientes católicas, la conservadora de Cluny y la cisterciense de Claraval, rápidamente se han dirigido en volverse qvasi dominante.

Muchos monasterios existentes  se han convertido en partidarios  de  una o de otra de las dos Órdenes, desarrollándose  aportando nuevos adeptos. Al mismo tiempo, los establecimientos monásticos abandonados hasta entonces por culpa de la invasión de los moros, han sido donados  por los reyes de los pequeños estados cristianos a las órdenes religiosas. Los beneficiarios de la mayoría de las donaciones han sido los cistercienses, quienes se habían ido de los monasterios franceses, en especial de la Abadía de Morimond, con el fin de establecer nuevas iglesias.

El movimiento de las Órdenes religiosas hacia el Norte y el Centro de la península ibérica  ha sido acompañado por el movimiento de las Órdenes caballerescas, la  Hospitalaria y la Templaría.

Después del año 1129, cuando ha sido reconocida por la Papalidad, la Orden de los Caballeros Templarios ha establecido comandos en los reinos cristianos de Europa, llegando antes de los años 1140, hasta los reinos ibéricos: Comité Cataluña, los reinos de Stillia, Aragón, Castilla, León, Galicia.  En estos territorios había permanentemente batallas entre las Califas del Imperio árabe de  Almohades, Magreb y Andalucía (1130-1269), que se encontraba en plena expansión hacia el Norte y los reinos cristianos ibéricos. En este contexto de guerra y batallas continuas, han empezado las discusiones, verdaderas negociaciones, entre el Gran Maestre de la Orden Templaría, Roberto de Craon (en cargo entre los años 1136-1147) y el Conde de Barcelona y de  Provenza, Raymondo, para establecer  comandos templarios en la península. Empezando desde luego, con los territorios de Cataluña. Alrededor del año 1143  los dos nobles han concluido un acuerdo en este sentido y desde entonces la presencia de los templarios se ha hecho sentida en todas las batallas que se han dado en la península con los moros. Gradualmente, los comandos templarios se han consolidado en todos los reinos, entre los cuales también en Aragón, León y Galicia.

Los comandos establecidos por los templarios en la península tenían características específicas, distintas de las de los comandos de los reinos europeos. Estas características eran determinadas por su doble  misión: la de lucha contra los moros, los miembros combatientes de la Orden siendo organizados de igual manera como en los comandos orientales; la segunda misión,  la misión de los comandos del Norte, de los Pirineos, era la de prestación de apoyo material a los comandos del Reino de Jerusalén (alimentos, forrajes, armas, caballos y aun combatientes). De  lo contrario, eran reconocidos  algunos de los comandos de Cataluña  porque los caballos de pura sangre  que estaban criando y entrenando  para enviarlos hacia los territorios que se encontraban en guerra con los turcos selyúcidas.

Después del año 1145, el reino de Castilla ha fortalecido su posición en el Sur del territorio, así que el rey Alfonso VII ha comenzado empujar a los moros hacia el Sur  y liberar los territorios perdidos. En el año 1147, después de algunas victorias, ha establecido la frontera con el  Imperio de los moros  al Sur de Calatrava, en un valle rico del río Guadiana. El único punto fortificado del valle que controlaba la vía principal de acceso desde Córdova, en el Sur y  Toledo, en el Norte, era la fortaleza Calatrava. Y su conquista ha creado una gran ventaja estratégica a la frontera. El asentamiento, ubicado cerca de la fortaleza, se llamaba Calatrava la Vieja y estaba habitado por pocas personas, la mayoría de los habitantes habían huido del camino del ejército moro.

El Valle Guadiana, cruzado por el río con el mismo nombre, en el sector Castilla-La Mancha,  tiene una  anchura de algunos kilómetros.  Las laderas lisas y estiradas de las colinas limítrofes al Norte y al Sur son favorables para el cultivo de los cereales, pero también de los árboles frutales. Hacia las crestas de las colinas, los terrenos con hierba abundante, verde todo el año, en la época han sido poblados por los pastores con sus animales, a los cuales los podían esconder fácilmente en los bosques en caso de peligro. En el Sur del río, por diez kilómetros, pasaba el camino comercial principal desde Andalucía,  y después de que cruzaba el río sobre un puente de piedra, hacia Norte, llevaba hacia Toledo,  la más importante ciudad del reino.

En la ladera de la colina ubicada al Norte del río, sobre un montículo bordeada por las aguas del río, se elevaba un castillo construido por los moros hace como cuatro siglos.  Se llamaba Calatrava, nombre derivado del idioma árabe. Nombrarlo castillo, es poco dicho, porque el conjunto fortificado, una verdadera fortaleza, se extendía sobre más de cinco hectáreas. Varias construcciones, elevadas de piedra y unidas entre ellas, aseguraban buenas condiciones de vida para una guarnición formada por varios cientos de personas, teniendo almacenes de alimentos, depósitos de agua y más de cuarenta torres de defensa.  El conjunto era rodeado por un muro  fuerte de defensa, porque no había obstáculos naturales contra los asediadores. Solamente en la parte del Sur podía ser poco protegido por  las aguas del río.

Los gastos para el mantenimiento del ejército  ha empobrecido el tesoro del reino y la única solución que ha encontrado el rey Alfonso de defender la fortaleza, ha sido la de entregarla  a la Orden de los Caballeros Templarios. De esta manera, ha apelado a Magister provincialis de Toledo, el caballero Roger de Palamós, magister comandante, a quien le ha propuesto la toma de la administración de las tierras del Valle Guadiana. Le ha propuesto otorgar exención de impuestos, derecho de poner peaje, todo a cambio de la defensa de la fortaleza de Calatrava  y del camino principal hacia Toledo.

Como consecuencia del acuerdo con los templarios, en el año 1147, el rey de Castilla, Alfonso VII, ha cedido a los caballeros templarios la fortaleza de Calatrava. La fortaleza era el punto fortificado de defensa del Sur del reino, ubicado en la frontera con las tierras del Califa moro, fortificación del cual dependía por último, el dominio de la mitad del reino. El rey ha reflexionado bien sobre la situación  y ha tomado la mejor medida de defensa.  El ceder la fortaleza  y  las tierras pertenecedoras a los templarios tenía como fin la organización de la defensa del Sur del reino contra los ataques de los moros, los templarios siendo los únicos en ese momento, quienes se podían defender de ellos.  Y los únicos quienes podían asegurar sus medios  militares y los combatientes, entre medios propios.

La presencia de los templarios se ha demostrado benéfica para el rey, quien ha obtenido una  relativa paz en esa parte del territorio.

El año 1147 ha sido un año tumultuoso, lleno de eventos políticos y militares en toda Europa (incluso Península Ibérica), pero también en Oriente. El Papa Eugenio III ha autorizado y bendecido tres cruzadas contra los infieles, en tres zonas distintas, todas en ese año 1147: –  la segunda cruzada en Oriente para la liberación del Comité de Edesa y la expulsión de los turcos hacia el Este del Reino de Jerusalén. A la organización de esta cruzada un papel importante lo ha tenido la Orden Cisterciense y en especial el abad Bernardo; –  la cruzada del Norte, comenzada por el  Santo Imperio de Este, hacia el Noreste de Europa, contra la población eslava, pero también hacia la Península Escandinava.  Esta cruzada era una verdadera guerra de extensión territorial del Imperio; y, por fin,- la cruzada ibérica, para   la reconquista de las tierras ocupadas por los moros, cruzada comenzada por los voluntarios británicos como la marcha hacia Lisboa. En el año 1148, el rey Alfonso y el conde de Barcelona se han ido hacia Sureste, conquistando Almería y Tortosa. En estas condiciones, los templarios han fortalecido todos los comandos, participando con éxito en la defensa del Sur del reino, incluso por la consolidación de la fortaleza de  Calatrava.

Los éxitos de los ejércitos cristianos en la Península han determinado el paso en defensiva del Califa moro, los siguientes diez años siendo caracterizados por paz y  un poco de seguridad en las fronteras del Sur de Castilla y de Cataluña. Todo esto ha favorecido entre otras también la aparición de los nuevos asentamientos cistercienses en los reinos ibéricos.

La constitución de estos monasterios cistercienses, algunos nuevos, otros tomados de diversas Órdenes, se debe al Abad  Bernardo,  quien ha animado a las abadías de Cîteaux y Claraval  enviar monjes en la Península justo con este fin, tomando bajo su protección los nuevos asentamientos. Hasta su muerte, en el año 1153, en la Península habían sido constituidos veinticinco monasterios, esparciendo  los preceptos de la  Carta Caritatis entre los creyentes católicos.[4]

En este contexto, en el año 1142,  el conde Pedro Fernández ha donado a los monjes cistercienses un antiguo monasterio, en ruinas, de Sobrad, en Galicia,  para ser renovado y utilizado por estos. En el reino de Castilla, en el año 1143, han sido constituidos los monasterios Valparaíso Peleas, luego los de La Espina,  Sacramenia y Fitero. [5]

En el año 1157, la Orden Templaría ha necesitado retirarse de la fortaleza de Calatrava,  posiblemente a la solicitud del Gran Maestre  provisional de la Orden. La retirada se ha hecho en el otoño del año 1157  y podría ser debido a unos eventos importantes para los templarios.  En junio ese año, cerca del lago Meron, en Oriente,  los caballeros templarios han sido derrotados por el ejército del emir de Damasco, Nuredin, y el Gran Maestre  Bertrand de Blanchefort (en cargo en ese periodo  1156-1169) ha sido hecho prisionero. Un otro evento importante ha sido la muerte del rey Alfonso VII,  el que ha cedido la fortaleza de Calatrava a los templarios.  A su muerte, sus dos hijos han compartido el reino entre ellos, disminuyéndole el poder militar. El territorio de Castilla ha sido tomado por el rey Sancho III.

Después de la retirada de los templarios, en la fortaleza de Calatrava  habían quedado, para su defensa, solamente un pequeño destacamento formado por los soldados del reino, insuficientemente para la seguridad de la frontera. El rey ha comunicado a toda la población del país que ofrece la fortaleza y sus propiedades, gratis y con privilegios fiscales, a los nobles interesados, bajo la condición de organizar la defensa de la fortaleza, del camino comercial y de todo el valle.

La oferta del rey no ha sido aceptada por ningún noble, pero le ha parecido digna de tomar en cuenta al Abad del monasterio Fitero, Ramón de la Sierra,  quien pertenecía a la Abadía de Morimond.  El monje Ramón ha pedido el consejo al abad y al Capítulo de la abadía con respeto a la toma en administración y defensa de la fortaleza Calatrava, con todas las propiedades que le pertenecían. Conscientes que el rey  Sancho tenía gran necesidad de ayuda, los monjes de la Abadía de Morimond   han aconsejado al abad  Ramón a aceptar la propuesta del rey de hacerse cargo de la fortaleza. Hacerse cargo de la fortaleza iba hacerse junto con esos monjes de Fitero quienes hubieran aceptado seguir al abad. En estas condiciones, los monjes de Fitero  han sido los únicos quienes han aceptado hacerse cargo de la fortaleza y asegurar su defensa.

El Abad Don Ramón de la Sierra  tenía una gran experiencia canónica y había resultado ser un buen organizador. Bajo su liderazgo, el monasterio de Fitero se ha transformado de un asentamiento monástico menor, casi desconocido, en una de las más importantes escuelas canónicas de Navarra.  El monasterio Fitero, de donde venían los monjes, había sido fundado alrededor del año 1152, en Navarra, por el abad Durando, con la filial en Abbey de Escaladieu,  ubicada en las montañas de los Pirineos.  Después de tres años de la fundación, Don Ramón  se ha convertido  en abad y en solamente algunos años, el santuario se ha convertido en un monasterio  de los más importantes del Norte de la Península, un verdadero centro ecuménico, pasando a la Abadía de Morimond.

En el año 1158, Don Ramón, acompañado por unos treinta monjes, ha llegado a Calatrava, trayendo con él también un grupo de soldados reales del reino de Navarra. Al lugar de los acontecimientos, por su agradable sorpresa, ha recibido ayuda también de parte de unos diez caballeros templarios que se habían quedado a ayudar la débil guarnición formada por soldados reales.

Creemos que la aceptación de la oferta del rey de tomar la fortaleza y las tierras de alrededor de ella por los  monjes cistercienses liderados por el Abad Ramón, se ha hecho al estímulo de la abadía francesa a cual Fitero pertenecía, por algunas consideraciones importantes: una, de índole espiritual, la de contribuir a la lucha contra los infieles moros, defendiendo la fe cristiana y las tierras habitadas por los cristianos; otra, de índole práctico, administrativo, sería que las tierras fértiles, bien trabajadas, podían asegurar suficientes alimentos y forrajes, frutos, lana y animales para ser enviados  también a otros asentamientos cristianos, ubicados en zonas más pobres.  Estas consideraciones se basan justo en el lema de la Orden, Ora et Labora (Ora y trabaja). Y el monje Ramón y sus acompañantes ni siquiera intuían que consecuencias fructíferas ha tenido su llegada en la fortaleza Calatrava.

Definiciones de la Orden y Caballería de Calatrava conforme al Capítulo General celebrado en Madrid, año de MDCLII, estampa de portada firmada por el grabador del rey Pedro de Villafranca: Petrus Villafranca Malagón sculptor Regius Alcobrice in Calatravensi Provincia natus sculpsit, Madrid, 1660. (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid).

Imagen De Pedro de Villafranca – http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01305075300571741646802/024182_0330.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9738755

Por falta de soldados, el Abad Ramón ha instruido a sus monjes a manejar las armas, con la ayuda de los pocos caballeros templarios y de los soldados reales y  poco a poco, los ha transformado en buenos combatientes, en verdaderos caballeros.

La noticia sobre la instrucción de los monjes se ha dispersado en los monasterios de Navarra y Cataluña, así que al Abad Ramón le ha sido fácil encontrar muchos otros monjes, quienes vengan a Calatrava. Es más, las abadías cistercienses han lanzado el llamado hacía sus monjes  de dirigirse hacia la fortaleza   para participar en la defensa de las tierras cristianas contra los moros  del Sur de la Península.

En la guarnición Calatrava, uno de los monjes combatientes se ha destacado en particular, por el espíritu de organización y táctica militar que  aplicaba para la formación de los monjes. Éste se llamaba Diego Velázquez[6] y venía del mismo monasterio, de Fitero. Aumentándose el número de los monjes de la fortaleza, se imponían reglas estrictas para el mantenimiento de la disciplina militar, totalmente diferente de la disciplina y la obediencia de los monasterios. Una estricta disciplina se imponía también en lo que concierne a los lugareños laicos, quienes venían en la fortaleza para convertirse en combatientes. Ellos recibían una doble formación: la religiosa para convertirse en monjes, y la militar, para convertirse en soldados, combatientes.

Para la organización buena y eficiente de los combatientes de la guarnición, el monje Diego Velázquez  ha pensado organizar una Orden monástica y caballeresca, según el modelo de la Orden Templaría. Él ya estaba familiarizado con las reglas de la vida templaría, participando en la instrucción de los monjes junto a los pocos templarios que habían quedado en la fortaleza. Sobre sus planes de organización de la Orden monástica ha hablado con Don Ramón, a quien le ha gustado la idea y ha accionado para su puesta en práctica.  De esta manera, los dos monjes se han ido al monasterio de Morimond para pedir la ayuda al abad cisterciense. Con la aprobación de la Abadía de Claraval, los monjes de Morimond  han ayudado a Don Ramón y a  Diego Velázquez  a elaborar  una constitución de la nueva Orden monástica. La constitución (La Carta)  de la Orden ha sido redactada utilizando los textos de las reglas de la Carta Caritatis cisterciense y  Carta Latina templaría.

La estructura organizativa  era la cisterciense y templaría, con un liderazgo formado por Master generalis y Capitulo general, Master provincialis y capítulos regionales. Los comandos tenían la estructura conocida y las misiones de los del reino de Jerusalén: luchar para defender las tierras cristianas ibéricas y asegurar los medios materiales necesarios para llevar los combates para la Reconquista.

Los miembros de la Orden, eran monjes y hacían juramento de castidad, obediencia, pobreza y sacrificio en el nombre de la fe cristiana. Aun la ropa era parecida a la de los templarios, manto blanco con una cruz roja con flores sobre las mangas, y en la parte posterior del manto.

Las reglas de la  Carta Caritatis cisterciense, adaptadas a la vida de combatiente y al sustento de la fortaleza de Calatrava, han sido respetadas en su totalidad, los miembros de la Orden siendo divididos en caballeros, sargentos, monjes y hermanos laicos, quienes se ocupaban con  trabajar las tierras y se encargaban de las granjas de alrededor de la fortaleza.[7]  Si los templarios, a los orígenes han sido caballeros y luego se han convertido en monjes, los miembros de la Orden de Calatrava  han sido monjes y se han convertido en caballeros.

En el año 1163, a la muerte del maestre Ramón, el liderazgo de la Orden ha sido tomado por otro monje-combatiente, García, ayudado por el monje Diego Velázquez. Todo ello no ha tenido la aceptación de todos en la fortaleza, por la molestia de algunos monjes, quienes han abandonado la fortaleza. Diego Velázquez, con un innato espíritu organizativo, un verdadero cruzado, ha reorganizado la Orden y ha mandado una carta al Abbey de Cîteaux,  el monasterio del cual dependían como Orden caballeresca. En esta carta mostraba lo que había hecho para la reorganización de la Orden, las adiciones y las modificaciones que proponía ser añadidas al estatuto de esta y solicitaba el apoyo para el reconocimiento de la Orden como organización religiosa caballeresca subordinada a la Orden Cisterciense.

El Capítulo  General  de la Orden Cisterciense y el Papa Alejandro III han aprobado las modificaciones mencionadas en la carta, lo que constituye  un primer reconocimiento de la Orden de Calatrava, a este nivel.

La Orden de Calatrava,  reconocida por la Papalidad, se ha convertido en la principal fuerza de defensa del centro de la península, respectivamente del reino de Aragón. Ella ha recibido varias propiedades, fuertes de defensa, castillos, tierras y beneficiaba de grandes privilegios.

En el año  1174, el rey Alfonso VIII ha otorgado a la Orden la fortaleza Zorita de los Canes  y las tierras aferentes, ubicadas en Guadalajara, en la meseta  Barren. En el año 1180, el rey ha extendido la propiedad también sobre el asentamiento Zorita, en la orilla del río Tagus, para controlar los pendientes y el paso principal de las montañas  Sierra de Altamira.  Todo ello ha determinado el regreso de la población en la zona abandonada  hace años  por miedo a los  moros.

El prestigio de la Orden ha crecido en la Península debido a la valentía y al coraje de los monjes combatientes, así que en el año 1179 ha sido fundado un importante comando de ellos en Aragón, a Alcaniz.[8]  El Castillo Alcaniz, ubicado en el Noreste de la Península, a la frontera entre Aragón y Cataluña, estaba en ruinas. Por la fundación del comando Alcaniz, los caballeros de Calatrava  han reconstruido el castillo y los fuertes de defensa y han construido un fuerte muro de defensa del asentamiento, beneficiando del apoyo de la población.

En el año 1187  ha llegado el reconocimiento y la plena consagración de la Orden por el Papa Gregorio VIII, quien ha aprobado la Carta definitiva de la Orden de Calatrava, otorgándoles también algunos privilegios administrativos. En la Carta se ha consagrado portar el manto blanco con una cruz con flor sobre él, signo distintivo de los miembros de la Orden.

Por desgracia, la situación militar de la Península Ibérica se ha cambiado en los años 1190, cuando ha comenzado la extensión del califato moro hacia el Norte. En el año 1195,  en la gran batalla de Alarcos, los castellanos han sido vencidos por los moros, las pérdidas cristianas siendo enormes, decenas de miles de hombres. La fortaleza de Calatrava ha sido defendida heroicamente por los caballeros de la Orden y por la población, pero, como único bastión de defensa de la zona, quedado sin ayuda, ha tenido que ser abandonado.

Los pocos caballeros que han escapado con vida  se han retirado al monasterio de Cirvelos. Pero, acostumbrados con la vida ascética  de los caballeros monjes y con muchas otras dificultades que habían tenido antes, los caballeros de la Orden no se han conciliado con su situación temporal de derrotados.

Hacia los fines del año 1198, algo más de cincuenta caballeros han atacado por sorpresa el fuerte  Salvatierra, de Alvara, ubicado en la cresta de una pequeña colina que pertenece a las montañas Atalaya. El Fuerte controlaba la depresión  Guadalquivir  y  los pases Sierra Morena.  El ataque ha comenzado a las primeras horas de la mañana, antes de amanecer, utilizándose solamente tres  escaleras de asalto. Beneficiando de una buena preparación militar, atacando las guardias por sorpresa, los caballeros han conquistado relativamente fácil el fuerte. Junto con otros refugiados, los caballeros de Calatrava  se han instalado en ese punto fortificado, organizándose de inmediato para defensa contra un posible ataque.

En corto tiempo, los caballeros y los pocos lugareños que los acompañaban, han construido un otro fuerte  de defensa a Salvatierra, edificando un verdadero castillo. En los siguientes años, no lejos del castillo, los lugareños venidos de otras  partes del reino, han elevado un asentamiento que hoy en día lleva el nombre de Calzada de Calatrava.

En este lugar han quedado hasta los años 1215-1216,  periodo en que la Orden  se ha fortalecido  mediante la recepción de nuevos miembros. El prestigio de esta Orden sobreviviente ha crecido enormemente y se ha notado de inmediato por el gran número de miembros, por la disciplina y el espíritu de sacrificio de estos, de tal forma que ha recibido temporalmente  la denominación de la Orden de Salvatierra.[9] Muchos nobles la consideraban como siendo una nueva Orden caballeresca, la antigua Orden desapareciendo en el combate. Cosa que se ha comprobado  siendo falsa.

La presencia de los caballeros de  Salvatierra (Calatrava) ha favorecido la construcción de cuatro fuertes más de defensa en las tierras montañosas de alrededor, a través de los cuales se controlaban los caminos y los pases, pero  también los valles productivos. Se consolidaba de esta manera una verdadera línea de defensa contra la expansión de los  moros.

En el año 1209  los ejércitos de los reinos ibéricos han retomado las batallas contra los moros y han logrado vencerlos, de manera sucesiva, en algunas batallas, reconquistando los asentamientos del Sur de los reinos de Castilla y León, incluso la fortaleza Calatrava. En estas batallas, los caballeros de la Orden de Salvatierra han mostrado nuevamente su buena formación y la valentía, contribuyendo a la obtención de las victorias por los cristianos.

Después del año 1216,  los miembros de la Orden  se han regresado a la fortaleza Calatrava,   retomando el nombre bien conocido de la Orden de Calatrava.  Pero no han establecido su sede en la fortaleza de Calatrava, sino en Dueñas, a unos sesenta kilómetros Sur de la fortaleza. La nueva locación del distrito general de la Orden ha recibido la denominación de  Calatrava la Nueva.  En  Calatrava la Vieja  ha quedado un comando, bastante poderoso, que controlaba toda la zona.

 Castillo de Calatrava la Nueva By BUBASTIS – Own work, CC BY-SA 3.0 es, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16456440

Beneficiándose de la ayuda del rey y del estímulo del Papa, la Orden se ha extendido poco a poco, superando el número de dos mil  de caballeros combatientes y sargentos, convertidos en una verdadera fuerza militar en la Península.

Mediante la modificación del estatuto de la Orden, ocurrida en el año 1467,  se ha completado  también la estructura de gestión de esta. De esta manera, el cargo supremo era el de Gran Maestre, elegido de por vida. Él era ayudado por los Grandes Comandantes de Castilla y de Aragón, quienes coordinaban todos los comandos de estas regiones.  El Fuerte Calatrava, la sede central de la Orden, era dirigido  y defendido por un Teniente del Gran Maestre, cargo aparentemente menor, pero en realidad muy importante. Éste se estaba convirtiendo en un verdadero adjunto del jefe supremo.  El Abad Abbey de Morimond, el líder espiritual de la Orden de Calatrava y de unas tres Órdenes caballerescas más, era representado por un Prieur en el Consejo de los Grandes Comandantes.

Pedro de Barberana y Aparregui, Knight of Calatrava, by Diego Velázquez (1631) Kimbell Art Museum, Fort Worth.

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La historia de la Orden se extiende hasta por los años  1800, cuando la autoridad real ha tomado todos  sus bienes. El rey se ha convertido en el jefe de la Orden, disponiendo de las propiedades y del tesoro de la Orden según su  capricho. Es más, ya no teniendo un fin concreto para el mantenimiento de esta poderosa fuerza militar, la monarquía ha reaccionado en el sentido de disminuir su importancia y el número de sus miembros.  Se había convertido en una Orden insignificante, casi disuelta.

Un siglo más tarde, la Orden se ha reconstituido por algunos nobles y todavía existe hoy en día, teniendo un carácter religioso, con fines espirituales y de caridad.

BIBLIOGRAFÍA

 [1] Herbermann, Charles, ed. 1913, Catholic Encyclopedia, Robert Appleton Company.

[2] Jackson, Gabriel, Introducción a la España medieval, Alianza, Madrid, 1996

[3] Francisco García Fitz, «La Reconquista: un estado de la cuestión», Clio & Crimen. Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango, n.º 6, 2009,

[4] Ermelindo Potela Silva, cistercian Colonización de Galicia, 1142-1250, Madrid, Fundación Juan March, 1980

[5] Patricio P. Guerin, «Moreruela y los del Origen Cister en España» Cistercium, 1960

[6] Sophia Menache, «Medieval states and military orders: the Order of Calatrava in the late Middle Ages,» in Iris Shagrir, Ronnie Ellenblum

[7] Joseph F. O’Callaghan: The Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Cîteaux,  Analectica Cisterciensia

[8]  Olivier Chebrou de Lespinats, Ordre Militaire de Calatrava, revue Templarium no 6, août-septembre 2003

[9]Charles, Herbermann, ed. 1913. Catholic Encyclopedia, Robert Appleton Company.

 

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